
Libro tras libro, Isabel Allende siempre engancha la lectura por algún lado. En este caso, la historia de una adolescente gringa hija de un padre chileno me sorprendió riendo y llorando, casi como cuando leí Paula.
Admiro la capacidad que tiene Allende para meternos en sus historias y vivir incluso hasta las respiraciones de sus personajes. Supongo que eso es lo que hace un buen autor, vivir otras pieles como si fuesen suyas.
Con respecto al libro, brevemente les digo que es la historia de una adolescente que a sus cortos 19 años ha experimentado la bajeza más terrible que puede hayar un ser humano. El tormento de las drogas, el abuso, la prostitución, la indigencia y la reinvención desde la base de aceptarse y aceptar los errores. Aprender. Nunca es muy tarde ni muy temprano para aprender de qué se trata la vida.
Es un libro gordo pero se pasa muy rápido. Isabel se caracteriza por acercarnos a un tipo de lectura rápida y sin muchos análisis, mas que aceptar la realidad desde el punto que se nos plantea. Lo único objetable de sus libros es la reiteración del golpe militar. Siempre aparece una historia, un personaje, un hilo dónde se nombra la dictadura de Pinochet.
Les voy a confesar algo. Cada vez que escribo mis locos pensamientos me dan unas ganas de hacer un tremendo análisis objetivo y profundo de cada cosa que recomiendo, bajo el prisma del desgloce de conceptos y posibles interpretaciones, hasta caer en el famoso círculo hipster de preguntarse qué cosa quiso decir el creador de cualquiera sea la obra objeto. Pero me aburro. Lo encuentro inutil, y terrible. Así que no lo haré. Disfruten del arte íntegramente y nunca dejen que otro obstruya su visión particular con opiniones de diccionario. Al menos hasta que sean capaces de asimilar sus propias opiniones.
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